El pasado verano Wrhovina Péter del curso XIIIA realizó una verdadera aventura a nivel personal en España: el Camino de Santiago. En el siguiente texto nos muestra como fue la llegada a la capital gallega con sus compañeros de viaje y qué sensaciones o recuerdos le dejó tan especial jornada...
- Arzúa – Pedrouzo (19,1 km)
Los
peregrinos sean de donde sean son pacientes, hospitalarios y
cariñosos los unos con los otros. Cuando se pasan al lado mutuamente
se desean „¡Buen Camino!” y merece mucho la pena entablar una
conversación con caminantes desconocidos. Así ocurrió que mis
amigos llegaron a conocer a un misionero húngaro a quien yo le podía
ayudar, ya que este no sabía ni castellano ni inglés. Se alojó con
nosotros en el pabellón. Como éramos muchos y jóvenes nos resultó
mejor y más barato alojarnos en polideportivos, una vez en un
albergue (O Cebreiro), otra vez en un monasterio (Sarria). El tiempo
del que disponíamos lo intentamos aprovechar al máximo y como todo
el mundo se conocía no hubo duda de que todos los días nos lo
íbamos a pasar genial. Las noches que pasamos yendo de fiesta (que
hubo muchas) tuvimos que recuperarnos durmiendo la siesta por la tarde.
- Pedrouzo – Santiago de Compostela (20 km)
Ya
todo el mundo sentía que la aventura se
acercaba a su final. Salimos por la madrugada y así conseguí llegar
entre los primeros, en un grupo de cuatro.
Tanto sudor, cansancio e
insistencia al final me hizo llegar a mi destino a las primeras horas
de la mañana, bajando
del Monte do Gozo y entrando en la ciudad de Santiago de Compostela.
Fuimos a la misa del peregrino que tuvo lugar al mediodía. En la
misa se lanzó una carga de incienso en el famoso „Botafumeiro”,
que hizo oler muy bien la nave y mencionaron nuestro grupo entre los
que habían realizado el Camino. Luego fuimos a por las compostelanas
que certificaban nuestro peregrinaje en latín. Celebramos nuestra
llegada al destino con una enorme fiesta por la capital gallega.
El día siguente lo pasamos entero en Santiago. Tuvimos la oportunidad de comprar recuerdos, hacer un recorrido turístico por la ciudad e ir a ver la tumba del santo, las reliquias de Santiago, halladas en la cripta de la catedral.
La última tarde nos visitó el sacerdote
oficial de la expedición Ruta Quetzal, que era de Galicia. Dirigió
una última sesión de tertulia a todos en la Praza do Obradoiro,
delante de la catedral.
Acabamos comprobando que la esencia del
Camino de Santiago no es la estancia en Santiago y la decepción de
ver la catedral en obras sino la ruta que nos iba dirigiendo hacía
allí durante días, recorriendo cientos de kilómetros con gente
maravillosa al lado; nos divirtió, nos hizo reflexionar, abolió la
frontera entre las creencias religiosas y la realidad, nos hizo
sufrir pero del mismo modo nos dio fuerza para ser capaces de
cumplirlo.
Solo
les puedo recomendar a todos aquellos a quienes les gusta viajar y
busquen aventura de bajo coste, individuales o en compañía,
por paisajes preciosos, que opten por el Camino, que merece la pena
recorrer.
¡Buen Camino!
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